Un baño de pueblo, ficticio.

El lenguaje es el vestido de los pensamientos.

Samuel Johnson

(Poeta, ensayista, biógrafo inglés, por muchos considerado como el mejor crítico literario en idioma inglés)

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Está última semana, el presidente Andrés Manuel López Obrador dio su informe de gobierno y más allá de comentarlo, sobra decir que todos o muchos conocemos la realidad de este país desde diferentes frentes. No abordaré su informe porque me parece que está lleno de "sus otros datos", de sus números y de sus sueños e ilusiones de un país que la gran mayoría seguimos viendo y sobre todo, viviendo de manera muy distinta. Su óptica no refleja lo que viven miles y millones de mexicanos todos los días a lo largo de todo el territorio nacional.

Me llamó mucha la atención, de manera particular y peculiar, el uso de la palabra acarreados... hay palabras dentro del lenguaje que cuestan incluso hasta mencionarlas, porque suelen tener una connotación muy fuerte y en ocasiones despectiva. Si bien AMLO ganó las elecciones en México hace tres años con una mayoría absoluta, que dejó atónitos a muchos y aunque muchos otros ya esperábamos el resultado y guardábamos cierta esperanza de que las cosas cambiaran para bien, nos hemos dado cuenta de que las cosas no han cambiado ni para bien en lo más mínimo sino todo lo contrario, ha existido un retroceso atroz.

Las palabras que utiliza AMLO son muchas, sin embargo los hechos nos golpean con una realidad que estremece.

A su informe, asistieron un promedio de 250,000 personas, a un zócalo completamente abarrotado, con él queriéndose dar un baño de pueblo, ese pueblo que le dio su voto, ese pueblo que confió en él y que hasta la fecha muchos continúan y guardan la esperanza de que les irá mejor.

¿Un baño de pueblo? ¿Para qué? ¿Por qué?

En medio de una pandemia, donde los más afectados han sido la gente con menos recursos, ¿por qué exponerlos de esa forma? ¿por qué incentivar a las personas a una convocatoria de este nivel?

Ojalá que en algún momento AMLO sea juzgado también, porque este tipo de decisiones simplemente no tienen cabida, y si él guardara compostura ante este tipo de actos, sobre todo en una crisis sanitaria, reflejaría de una mejor forma la sensatez que estamos buscando en un presidente que represente al país. Imposible pensar que esto cambiará con este gobierno.

Dicen que el mexicano se olvida rápidamente de su historia y que por eso tendemos a repetirla. A la mitad de su mandato, AMLO no llega con las mejores cifras en niveles de aceptación, nos falta regresar un poco en la historia y no quedarnos únicamente con Enrique Peña Nieta como punto de referencia. Sexenios como el de Felipe Calderón y Ernesto Zedillo tuvieron un nivel de aceptación mayor al que hoy tiene AMLO, equivalente a un 60% de la población.

Escuchando algunas entrevistas, se le aplaude el apoyo que ha dado a personas adultas mayores, y claro, recibir dinero cada dos meses es algo que antes no sucedía, pero este país no puede seguir viviendo del subsidio del gobierno, tiene que crear fuentes sostenibles de trabajo, educación y salud, entre otras. Ir a la raíz de lo que podría cambiar a este país. Es muy sencillo recibir, más cuando nunca has tenido nada. Es sencillo recibir, cuando nunca te ha costado trabajo ganarte nada. Es cómodo, y a quién no le gusta la vida cómoda. Sin embargo, la vida tiene mucho más sentido cuando se trabaja por lo que se quiere y cuando existe un propósito de vida.

Hoy a miles de mexicanos, les está siendo arrebatado un propósito, la razón es sencilla, si no hay instrumentos al alcance, las expectativas de alcanzar una mejor vida se ven sumamente vulnerados, si no es que imposibles. Este gobierno sencillamente nos sigue debiendo muchas cosas: el tema de los feminicidios como nunca, el caso Ayotzinapa sin resolver, el crecimiento exponencial de la delincuencia organizada, la preocupante participación que están teniendo las Fuerzas Armadas en el poder y sin más la repartición de la riqueza.

Acarreados muchísimos, la cifra no la conocemos. Totalmente lamentable, una exposición a una reunión con un informe absurdo, con falta de cifras reales, y soluciones tangibles que sumen desde la raíz. Y claro, sin faltar el pan y circo para completar la fórmula.

Un baño de pueblo ficticio.

Un verdadero líder escucha a TODOS, no solamente a los que están con él y sus ideas. Se requiere un presidente que sepa escuchar a todos, uno mucho más plural.