Tegernseelauf – El poder de la mente y la magia de los kilómetros.
- Mariana E

- 9 oct
- 2 Min. de lectura

Hace un par de semanas corrí esa distancia que tanto me fascina: los 21 km, en un lugar espectacular. Un sitio del que ya me habían hablado maravillas y que fue hermoso descubrir paso a paso. Insisto: correr tiene su magia, esa magia que te permite recorrer las ciudades de una forma distinta, sintiendo cada paisaje, cada respiración, cada pensamiento.
Tegernsee, para ubicarlo mejor, está muy cerca de Múnich, una de mis ciudades favoritas en Alemania. ¿Qué tiene de especial? Por supuesto, el lago. Y con esta experiencia confirmé que los lagos —en cuanto a cuerpos de agua se refiere— son mis favoritos. Tienen su propia magia: me transmiten paz, calma y una conexión profunda con el entorno.

¿Cómo llegué a este lugar?
Estoy preparándome para una competencia en los próximos meses y necesitaba correr una distancia de preparación. En la búsqueda dimos con este evento, y aunque no fue fácil conseguir una entrada —ya que aparecían agotadas—, lo logramos. La verdad es que sin la ayuda de J. no lo habría conseguido.
El día de la carrera
Quienes corren saben lo que eso implica: tener cuerpo, mente y corazón alineados para alcanzar la meta. Aunque es mi distancia favorita, siempre representa un desafío. Siempre. Ninguna ruta es igual, y tú tampoco lo eres.

La ruta no fue nada sencilla, y al mismo tiempo, eso la hizo especial. J. me advirtió: “Ten cuidado en el km 17, es subida… y en el 19 también.” Tenía muy presente el 17 —jajaja—, pero el 19 lo borré de mi mente, quizá por protección o para no estresarme. El punto es que no lo registré. Cuando ya llevas 17 km en las piernas y te encuentras con una subida en el 19… es otra historia. Además, era muy empinada. Tanto, que muchos se detuvieron.
La mente, el motor invisible
El poder de nuestros pensamientos es increíble. Saber qué poner en nuestra mente en el momento justo marca la diferencia. Eso fue lo que pasó. Decidí no detenerme e incluso animé a una chica a seguir; faltaban solo 2 km, no era momento para parar. Por más duro que se pusiera, ya habíamos hecho lo más difícil. Y aunque costó, nada se compara con la sensación de saberte tan cerca de lograrlo.
La llegada
Al escribir esto, todavía se me dibuja una sonrisa enorme. Saber que no me detuve, por más fuerte que se puso, y luego ver a J. entre la multitud… me llenó de felicidad. Terminé con un solo pensamiento: lo logramos.
Nunca corremos solos. Siempre hay muchos que van con nosotros: quienes nos apoyan, nos animan, nos aplauden, los que están. Y eso lo hace aún más especial.
Reflexión final
Amando los kilómetros —por más duros que sean—, entendí que lo importante es lo que ponemos en nuestra mente en esos momentos donde más lo necesitamos… o, mejor dicho, siempre.
Correr no solo te lleva a nuevas metas, también te enseña a mirar dentro de ti, a descubrir lo que realmente te impulsa.




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