La Muerte
- Mariana E

- 8 nov 2019
- 3 Min. de lectura

Todos tenemos claro que moriremos. En muchas ocasiones nos sensibilizamos al respecto cuando enfermamos o cuando vemos a un familiar enfermo o de edad muy avanzada; por la razón que sea, sabemos que algún día también nos iremos.
Hablar de la muerte nunca es fácil ni mucho menos sencillo. Por más que algunos creamos que nos prepararnos para esos momentos de dejar ir y aceptar la realidad, la verdad de las cosas es que una parte de nosotros también muere en cierta forma.
¿Morir? Me parece que ocurre todo el tiempo. A veces no lo vemos de esa forma porque le damos muchas connotaciones a las palabras, pero en realidad ocurre en las situaciones más cotidianas, como cuando termina el día, al despedirnos de una rica comida con los amigos, cuando termina una relación o cuando nos vamos de viaje y decimos adiós… todo el tiempo está sucediendo.
¿Y si agradeciéramos por cada instante y apreciáramos más los segundos, minutos y horas que tienen los días?
Sería diferente, existirían menos hubiera y más lindos recuerdos, y aunque no somos eternos, como seres humanos sí podemos trascender de manera positiva en este planeta.
Soy mexicana, lo he dicho mil veces con orgullo y si volviera a nacer seguro escogería ser mexicana. Después hablaré de eso, porque vale toda la pena aclarar mis razones. Qué implica ser mexicana el 1 y 2 de noviembre, vivir una increíble tradición sin duda cada vez más conocida en el mundo.
#Día de Muertos
Me alegra ver tantos extranjeros en la ciudad, disfrutando nuestras tradiciones en estos días.
Este año, mi realidad respecto a la muerte no es igual; hace poco, la pérdida de personas importantes en mi vida me marcó nuevamente y este año decidí vivir la tradición de manera distinta. Sin una ofrenda, porque aún me cuesta trabajo ver a las personas que quiero en ese espacio y no en mi mundo terrenal, me cuesta saber que ya no escucharé su voz… lo que más extraño, el sonido de su voz (diciéndome flaca hermosa), llamándome o contándome cosas o incluso recitando poemas o también, por qué no, peleando entre hermanos. (Un poco de esto es para ustedes).
Lo que sí, me di a la tarea de caminar por las calles de la CDMX y recorrer algunas ofrendas, comer un poco del tradicional pan de muerto y disfrutar de canciones típicas de esta temporada.
Así lucía el bello Centro Histórico de noche, con esas luces llenas de color que tanto disfruté, iluminando el paisaje.


Los colores hacen toda la magia.
Disfrutar de dos de mis pintores mexicanos favoritos, Frida y Diego, en el Museo Anahuacalli también valió toda la pena y después, una gran exhibición de danzón, acompañando a mi tía a vivir su pasión, ¡espectacular!.


¡Siempre color y libertad!
Para celebrar que estoy viva, fui a correr unos deliciosos 10 km en el Paseo de la Reforma y descubrí algo mágico: el Castillo de Chapultepec lleno de colores y adornado con flores de cempaxúchitl. Este año, me encantó algo que aprendí de estas místicas flores, y es que se colocan en las ofrendas porque son el sol que ilumina el camino de los muertos.

Celebrando la Eternidad


No sé cuando llegues, la verdad es que no te espero pronto; lo que sí sé, es que formas parte de mi camino y tengo que aprender que tus matices también le dan vida a mis días. No puedo decir que no eres bienvenida porque todo es un ciclo, pero sí trataré de dar lo mejor de mi para vivir en presente y disfrutar de cada instante con todo lo bueno que me han dejado todas esas personas que amo profundamente y que hoy ya no están en este plano terrenal.
¡A cada uno de ustedes, extrañaré por siempre su voz!








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