La figura del mundo | Juan Villoro
- Mariana E

- 30 jun 2023
- 4 Min. de lectura

El destino se vive hacia delante, pero se entiende hacia atrás.
Kierkegaard
Juan Villoro lleva tiempo siendo uno de mis escritores mexicanos predilectos y no esperaba encontrarme con este libro en 2023, no sabía inclusive que tenía algo nuevo publicado… pero las coincidencias de la vida y los ojos de un gran amigo me acercaron a este libro; él, conociendo perfecto la relación que he guardado con mi padre, al leer la contraportada me comentó: será un gran libro.
En efecto lo fue… qué mejor que cerrar el mes de junio donde celebramos en México al padre, para poder recomendarles este libro por diversas razones: la relación con nuestra figura paterna siempre es más compleja si la comparamos con nuestro lado materno, en muchas ocasiones porque está ausente, entre otros motivos; la segunda razón es porque conocerán capítulos de la historia de México que me parecieron sumamente interesantes y para mí lo más enriquecedor del libro fue descubrir a Luis Villoro y con ello al pensador, al filósofo y todo su entorno.
Un libro que disfruté de principio a fin, por el aprendizaje constante entre filósofos y algunos detalles de México. Me hizo llorar y reflexionar sobre lo que vivimos con nuestros padres, los instantes que creamos, que hacemos nuestros y con ello también vamos elaborando nuestras vidas. Lloré en un par de ocasiones, y sobre todo me gustó el epílogo, que para mí fue lo mejor de esta entrega.
Trataré de compartirles ciertos aspectos e ideas que invitan a la reflexión y a disfrutar de este libro.
"De perfil, de José Agustín, me reveló por primera vez y para siempre, que la vida mejora por escrito". Esto fue de lo primero que atrapó mi mente, porque hemos perdido esta capacidad de escribir ideas enteras por la inmediatez en la que vivimos, por ejemplo, hace años que no veo que las personas escriban cartas… me parece que existen pocas cosas en la vida como el poder plasmar tus pensamientos, tus emociones y sentimientos en una hoja en blanco.
Y es así como Juan Villoro, le escribe a su padre todo lo que para él representó y lo sigue siendo hasta estas fechas.
Escribir se convirtió en una permanente carta al padre. Escribir significa desorganizar sistemáticamente una serie, el alfabeto.
Luis Villoro estudiaba el sentido de la vida, siempre rodeado de libros, de ideas. Un padre de trato cordial, lejano en el afecto e incontrovertible en sus decisiones. Nació en Barcelona el 3 de noviembre de 1922, año de la publicación de Ulises de James Joyce, Trilce de César Vallejo y La tierra baldía de T.S Elliot. La persona que hablaba de antiguas civilizaciones llegó al mundo cuando la literatura mostraba su cara más moderna.
Adquirió una pasión general por el conocimiento que nunca lo abandonó. Su mente era lo contrario a la de un especialista. Cualquier desafío intelectual lo apasionaba, aunque estuviera muy lejos de sus propias preocupaciones. Leía libros sobre los hoyos negros, las leyendas artúricas, la vida de un compositor o la tecnología de los egipcios, sin el menor sentido utilitario, por el gusto de seguir aprendiendo.
De un modo confuso pero inquebrantable, entendí que nadie está contento por decreto y que hay que esforzarse para ser feliz.
Hay un elemento central dentro de esta historia y es el PASADO, ese que recreamos a través de lo que nos contamos y lo que nos cuentan nuestros más cercanos y hay ideas que me parecieron muy valiosas sobre este aspecto de la vida.
La forma en que los distintos miembros de una familia reconstruyen el pasado es fascinante y temible.
El olvido sana y reconforta.
Las heridas fijan la memoria.
La amnesia selectiva alivia la mente. Pero algunas cosas desaparecen al margen de la voluntad.
“No escapa al pasado quien lo olvida”
La frase tiene una carga poderosa: el pasado existe por sí mismo.
Hay pasados que no deben olvidarse.
¿Hasta dónde podemos recuperar una memoria ajena? ¿Es posible entender lo que un padre ha sido sin nosotros? Ser hijo significa descender, alterar el tiempo, crear un desarreglo, un desajuste que subsana con pedagogía, a veces con afecto o transmisión de conocimientos.
Desde Platón, el recuerdo es una forma del conocimiento: no nos adentramos en lo que pasó para revivir lo que ya sabemos, sino para conocer algo nuevo. Cuando eso ocurre, la memoria gana autonomía, sobrevive.
Los filósofos no han hecho sino interpretar el mundo de diversos modos; lo que hace falta, sin embargo, es transformarlo.
Hoy entiendo la pasión que Juan Villoro guarda por un deporte en particular y es que este surge del vínculo que tiene con su padre. El fútbol por supuesto es un tema que aborda y las razones o ciertos momentos vividos, entre otros detalles.
Ninguna pasión es fácil; hay que esforzarse no sólo para merecerla, sino para soportarla.
No hay partido de vuelta entre el hombre y su destino.
Samuel Beckett
Desconocía por completo la relación tan cercana que mantuvo Luis Villoro con el subcomandante Marcos y todo el movimiento Zapatista, tanto que parte de sus cenizas se encuentran en esa zona de México y dentro de la lectura encontrarán detalles históricos muy relevantes. Lo que cambió con el zapatismo fue el sentido emocional de la participación política. La causa se convirtió en una razón para la vida.
Los enmascarados no deseaban el poder, sino construir “un mundo en el que quepan muchos mundos”
Contar la historia de nuestros padres nunca nos será fácil, pero sin duda me parece que el proceso se convierte en algo muy liberador. Un gran libro que hoy se convierte en mis favoritos de uno de mis escritores predilectos mexicanos, Luis Villoro.
Páginas: 239
Editorial: Random House




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